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Casi en el centro de la Península Ibérica, Castilla-La Mancha y su gastronomía serán un grato descubrimiento para el viajero. La cocina de esta región está conformada por gran variedad de platos fuertes y arraigados, aunque sencillos, elaborados con ingredientes elementales, como el pan y la carne, o productos de la huerta; y acompañados por sus variados vinos, quesos de oveja y postres, nos trasladan a una época en la que bien podríamos encontrarnos con don Quijote y su fiel Sancho.
La naturaleza, el campo, el monte, las lagunas y los ríos están presentes en la cocina. Las berenjenas de Almagro, los ajos de las Pedroñeras, pimientos, tomates, el aceite de oliva, carnes, tanto de caza como de granja, que luego se convertirán en inolvidables recetas o el queso de oveja que si se conserva en aceite puede ser consumido hasta después de dos años.
Pero, si bien los productos agrícolas suponen uno de los principales exponentes de la cocina manchega, la carne podría ser otro. Un ejemplo son los galianos o gazpachos manchegos (que no hay que confundir con el andaluz), elaborados a base de tortas de cenceñas (ácimas) y carne de cualquier ave (sobre todo de caza) que se encuentre a mano. Es un plato que debe degustar si tiene oportunidad, teniendo en cuenta que no se suele servir durante todo el año.